poesías

 

En la calle

Te veo,

pasas a mi lado;

tú, pidiendo dinero;

yo, pidiendo bocado.

 

No hay sonrisas,

eso era al principio;

miradas que no iban,

 tristeza sin sentido.

 

Por eso, por eso mismo

me han condenado contigo.

 

Se, que solo sabes

lo que te han enseñado,

dos calles más allá,

nunca lo has intentado.

 

Tu, hijo del suelo;

yo, hijo de dineros

  y me has conocido,

por saltarte lo prohibido.

 

Por eso, por eso mismo

me han condenado contigo.

 

He perdido mi familia,

he encontrado un amigo.

 

Por todos mis sueños,

que han roto los tiros;

ha terminado quedando,

lo que quiera darme un rico.

 

Quién pudiera salir,

escapar a la llanura.

Quién pudiera salir,

hacia un sitio sin locura.

 

Por escapar sin querer,

por luchar en vano.

Por eso, por eso mismo

me han condenado contigo.

 

Una condena sin final,

una condena sin sentido.

EL COCHE

 

 

Detrás de la escarcha,

el flamante coche rojo

te mira con sus ojos

de la luna llena.

 

 

El niño lo quiere

para no aburrirse,

quiere el juguete

para divertirse.

 

 

El coche es su amigo,

lo lleva consigo,

el coche va andando,

se queda dormido.

 

 

Ahora aparece

fuera olvidado,

el ventilador frío

con el se ha enfadado.

 

 

En la ventana se ve

el niño jugando,

con un nuevo juguete

que ha encontrado.

 

Allí en la silla,

se queda pensando,

en su buena vida

que se ha esfumado.

 

Echando diamantes

congelados como el hielo,

se esconde debajo

de aquel frío manto.

 

La tormenta de escarcha

recuerda al principio,

pero esta le deja

de color blanquecino.

El cuarto de los juguetes

I

La bailarina, en llamas,

cuando el soldado la deja;

con su lazo triunfal

que baila con ella.

 

El payaso, bufón,

un bromista malvado,

que se esconde en la caja

y asusta descarado.

 

Cara bonita, tez pálida,

porcelana

y margarita blanca.

 

no caigas de ahí

que caes destrozada,

no caigas, quédate,

y guarda cama.

II

Color canela,

castaño claro,

se balancea

caballo alado.

                                                                            

Mirando adelante,

hacia el horizonte

galopa contento

con un niño,

y sus juegos.

 

En la chimenea,

un soldado,

cojo, solo,

y apenado.

 

En ese pentagrama,

de muchas líneas de largo,

viaja el tren, tu tren,

bien amarrado.

 

Esa madre,  Matriuska;

muñeca rusa,

vestido de seda,

de pasarela.

                                                                            

Cada generación

mas hermosa,

tus colores abrillantan

la estantería de Rosa.

III

Esa puerta,

paraíso en casa,

los zagales juegan

sin importar la raza.

 

Allí los sueños,

dragones,

los pensamientos,

nubes,

las desgracias,

ilusiones.

 

Allí la vida

es mentira,

la mentira

es un juego,

y un juego

sueños.

 

Cuando entras:

la bola de nieve cae,

los barcos navegan

y los niños, vuelan.

 

                                                                                                                                                                                                                                                                        

 

 

El otoño

 

Un bosque amarillo

 hay en la afueras,

 con pájaros de oro

 y colinas de hierba.

 

No ves animales,

 se han escondido,

 de algo tienen miedo,

 del frío, frío, frío.

 

Ardillas saltando,

 en su madriguera,

 comen bellotas

 hasta la primavera.

 

Niños alegras,

 juegan con las hojas,

 ellas van contentas

 volando sin demora.

 

Hojas de oro,

 hojas de fuego,

 hojas castañas

por la mañana.

 

En el camino,

 hay una alfombra,

 de muchos colores,

 va a la moda.

 

Triste el otoño,

 el sol ya no alumbra,

el día es muy corto,

 la noche profunda.

 

La tarde lloviendo

 moja los campos,

 no hay vida alguna

en el triste manto.

 

Hace mucho frío,

 nadie lo quiere,

 todos están metidos

 en casas y pesebres.

 

Al lado del fuego,

 está ya la gente,

 comiendo y soñando

 en lo que el cuento les enseñe.